Celebramos este año 2011, el centenario de una de las celebraciones más entrañables en torno a la venerada Imagen del Santísimo Cristo de la Misericordia: la Fiesta de Los Labradores. Ya es conocida por los lectores de la revista MISERICORDIA, la devoción que desde hace siglos tiene el pueblo de Jódar por esta venerada Imagen, y más si cabe, los labradores y gentes del campo, que acuden a Él, como protector de sus cosechas en los periodos de sequía. En la mente colectiva del pueblo, o en el interior de cada persona o familia, se sabe o sabemos lo “milagroso” que para los galdurienses es acudir ante cualquier tribulación a la intercesión de esta bendita Imagen, de ahí que existan tantos testimonios de gratitud hacia ella.

Fue uno de esos testimonios el que dio origen a la llamada “fiesta de los labradores”, que se institucionalizó cada año para celebrarse en el IV domingo de cuaresma, como final del llamado “novenario de cuaresma” al Santo Cristo. También, desde este año, se recupera la bonita tradición del “álamo del Señor”, documentando su origen en este trabajo. Ese árbol tendrá un simbolismo: el árbol de la vida, que representa la cruz redentora de Cristo.


LA FIESTA DE LOS LABRADORES

El origen de una tradición: la rogativa de 1911 y el milagro del sudor y de la lluvia.

Esta celebración tuvo su origen en el año 1911, así me lo contó como testigo presencial de aquellos hechos mi abuela Joaquina Rodríguez Soriano (Jódar 1902- Jódar 1995): “Corría el seis de Marzo de 1911, los labradores decidieron sacar en procesión al Señor de la Misericordia para que intercediera y lloviese, pues había gran sequía y la cosecha se iba a perder. El Prior no aprobó su salida, temiendo que le pasase algo a la Imagen si no llovía. Al conocerse la noticia en la villa, la plaza de la Misericordia se fue llenando de gente, pidiendo a gritos la salida del Señor. El Prior al ver la situación consultó al Obispo, aceptando éste, pero recayendo la responsabilidad sobre la salida de la Imagen sobre los labradores solicitantes al no contar la Imagen con hermandad. La procesión se fijó para las tres de la tarde, que serían como las cinco de la tarde de hoy, y seguía raso y sin nubes. La noticia fue recibida con gran júbilo por la muchedumbre, la cual fue desalojando la plaza en espera de la procesión.

Al subir los labradores al camarín para bajar al Cristo, se encontraron sus paredes chorreando y el sudario de la Imagen empapado, goteando agua, y al Señor como si estuviese húmedo, sudando…; el camarín se llenó de gente llena de asombro y de gritos.

A las tres de la tarde y con un gran calor, el Cristo de la Misericordia salía en procesión, todo el pueblo lo seguía detrás en silencio.

Cuando iba llegando al Ejido, al final de la carrerilla de los Molinos, comenzaron a formarse unos nublillos; la procesión continúo por la vereda que cruzaba en diagonal todo lo que hoy es el barrio de El Ejido, y el agua comenzó a caer a cantarillos, teniendo que quitarle el espaldar al Señor.

Cuando la Imagen iba por la cruz del Pilarillo, había ya grandes riadas.

A todo aquel que abría un paraguas se le rompían a palos diciéndole: ¡No queríais que lloviera, pues mojaos! Dicen que ese año hubo muy buena cosecha”.

Así me lo contó mi abuela, y así lo transmitimos, ella vivió aquellos hechos y siempre que llegaban esas fechas me lo refería con su mente prodigiosa, hasta el día, mes y año.


La “Fiesta de los labradores”, la rememoración de un milagro.

Desde aquel acontecimiento prodigioso de 1911, la Imagen acrecentó su devoción en el pueblo, no tenemos constancia documental de este hecho, sólo lo que la tradición oral nos ha legado. Pero conocedores de la larga tradición de rogativas que el pueblo de Jódar vivió, ésta no sólo fue una más de ellas, sino una muy especial que por lo reciente del tiempo, ha quedado en la memoria colectiva del pueblo.

La Iglesia para perpetuar la misma, y a iniciativa de un grupo de labradores pudientes, comenzó a celebrar en la mañana de cada cuarto domingo de cuaresma una solemne fiesta religiosa, que años después fue precedida por un novenario cuaresmal. La celebración de esta festividad tenía un ritual, hoy ya perdido. El día anterior –sábado- a las doce de la mañana, a los toques de campanas de vísperas y de ánimas, se “echaban al vuelo” las campanas, haciéndose al final del último toque la señal del sermón. Desde ese momento docenas de cohetes eran lanzados desde las puertas de las casas de los labradores, en señal de ofrenda y agradecimiento.

El día de la fiesta de los labradores, a las seis de la mañana, la llamada Alborada despertaba a toda la ciudad, la misma estaba formada por los labradores y sus familias, que llevaban el estandarte del Señor recorriendo varias calles, lanzando cohetes y vivas al Cristo de la Misericordia, algunos años fue acompañada por la banda de música, según el gasto que quisiese realizar el piostre. Muy de mañana comenzaba la campanilla o esquilón del Santo Cristo su característico repique, tocada por su campanero y sacristán: Juanico José.

Ese día, el Señor aparecía con su espaldar de color morado, y a los pies un haz de trigo.

A las diez de la mañana, se celebraba la solemne fiesta religiosa de tres sacerdotes, que comenzaba con el canto del “Asperges”.

Asperges me Domine hyssopo, et mundabor:
lavabis me et super nivem dealbabor.
Miserere mei Deus, secundum magnam misericordiam tuam.
Gloria patri et filo et spiritui sancto
Sicut erat in principio et nunc et semper
et insecula seculorum amen.

Rocíame señor con el hisopo y quedaré limpio
lávame y quedaré más blanco que la nieve.
Ten piedad de mi señor, según tu gran misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo:
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos amén.

El Preste bendecía al pueblo con agua bendita y daba comienzo la misa de “Angelis”, esa pieza litúrgica musical, bellísima, que era cantada por el coro parroquial, mientras sonaba el antiguo órgano del siglo XVIII.

Una vez terminada la misa, los vivas al Señor y los cohetes retumbaban en la nave del templo. Finalizada la liturgia el piostre y su familia subían al camarín al tradicional besapié a la Imagen, recordando el milagro del sudor, el pueblo besaba, desde abajo, dos largas cintas de seda bordadas que desde los pies de la cruz, caían sobre el altar. Después se celebraba el refresco o convidá, que un labrador o piostre costeaba al haber sido agraciado en el sorteo del pasado año. Esta convidá se celebraba en la casa del labrador agraciado y a la misma asistía el párroco y los demás labradores, era un suculento desayuno preparado por una de las mejores cocineras del pueblo, que se llamaba Dolores “la Granaina”, la cual preparaba sus flores de huevo, roscos de carrucha y buñuelos de viento, así como las bebidas: el tradicional risol de hierbas y café y el rico ponche de huevo, vino y canela, que se hacía en grandes cantidades, con lo que el cuerpo se iba entonando hasta bien entrada la tarde, en que se sorteaba al labrador piostre o preboste de la fiesta del siguiente año.

Como ocurre casi siempre, con el tiempo esta fiesta fue languideciendo, ya casi no se encontraban labradores que la quisiesen costear, y menos el refresco, por lo que quedó sólo como una misa, más o menos solemne el domingo IV de cuaresma, costeada por un reducido número de labradores, muy vinculado a la hermandad de San Isidro y fomentada por todos los párrocos. En los últimos años la hermandad se ha implicado ya en esta celebración.

Así, cada mañana, sobre las ocho o las nueve, desde la plazoleta del Santo Cristo, Juan José Ramírez Aguilar convoca a todo el pueblo lanzando varias docenas de cohetes. A las nueve y media de la mañana comienza el repique del esquilón de la espadaña de la Iglesia del Santo Cristo, que congrega a numerosos cofrades y devotos para asistir a la celebración de una solemne fiesta religiosa cantada, oficiada por el párroco de La Asunción y capellán del Santo Cristo, al finalizar la misma los tradicionales vivas y cohetes. Después el reducido grupo de labradores se reúnen en una cafetería donde degustan los tradicionales churros con chocolate, ya cada uno costeándose su propio desayuno, y así hasta otro año…

Esta bonita tradición de nuestro Cristo, se debería de ir potenciando, e incluso recuperando algunas de las tradiciones aquí narradas, como gratitud de nuestra ciudad hacia su co-patrón.


EL “ÁLAMO DEL SEÑOR”

La Hermandad del Santo Cristo de la Misericordia, recuperó el pasado mes de abril, una bonita tradición, casi perdida y olvidada: la del álamo del Señor. Ese día, después de la fiesta de Los Labradores, una comitiva partió desde la Iglesia del Santo Cristo hasta el tramo final de la calle Juan Martín, en el barrio de Andaraje, muy cerca de la confluencia con el camino que parte desde la carretera hasta la fuente Garciez. Allí el ayuntamiento de la ciudad, con las gestiones e interés de su primer teniente de alcalde Juan Ruiz, ha plantado nuevamente un olmo, aquí lo llamamos álamo blanco, que con los cuidados y atenciones de los alumnos de la escuela-taller dirigidos por Miguel A. Yanes, rememorará ese viejo álamo que hace unos años se secó, y que era conocido como “el álamo del Señor”. Este nombre y esta tradición tuvieron un origen que les contamos.

Corría el año 1939, recién terminada la guerra civil española, el pueblo de Jódar ansiaba volver a contar con una nueva imagen del Santo Cristo de la Misericordia que recordarse a la perdida en mayo de 1937. El 19 de noviembre, toda la población se congregó al final de la calle Juan Martín, a esperar el retorno del Señor.

Esa mañana la estación del ferrocarril de Jódar tenía un movimiento inusual, mucha gente esperaba la llegada de un cajón de madera grande, desembalado en la cercana fábrica de harinas, se colocó la nueva Imagen sobre unas andas antiguas conservadas, colocándole su corona, sudario y espaldar que también se habían conservado, todo se instaló en un remolque de un camión, con evidentes signos de devoción y unción, trasladándose a Jódar acompañado de una escolta de coches. Al llegar a la “revuelta de los tomates” los ánimos se encendieron y junto a la casilla del “chorruelo”, bajaron las andas con la Imagen y triunfalmente la llevaron en procesión hasta la entrada del pueblo, donde los momentos que se vivieron, -dicen quienes lo presenciaron-, fueron indescriptibles. Allí junto a un álamo pararon las andas, y el alcalde de la ciudad y el párroco, pronunciaron unas emotivas palabras ofrendándole un haz de trigo, dicen que en ese momento una lluvia de trigo cayó sobre la Imagen5, rememorando esa vieja costumbre tan Galduriense, y ya perdida, de lanzar trigo al Señor, sonando los acordes de la marcha real, cohetes y una gran traca. Entró la procesión jubilosa por la calle Juan Martín, donde se habían levantando varios arcos monumentales, siendo depositada la Imagen en el altar mayor de la Iglesia de La Asunción, desfilando todo el pueblo.

Desde entonces, cada vez que salía la procesión el 3 de mayo o el 14 de septiembre, y recorría la calle Juan Martín, a pesar de que esa alameda de la carretera quedaba un poco lejana de las últimas casas, los portadores de las andas gritaban: ¡llevémosle al álamo del Señor¡ ¡Al álamo del Señor! Porque desde 1939 ese álamo simbolizó el reencuentro de Jódar con su Cristo de la Misericordia. Pasaron los años, se olvidó esa fecha y hasta bajar a ese lugar, quedó sólo el recuerdo de cuando se llevaba a su álamo, para “que viese los campos y los bendijese”. Algunos llegaron hasta a afirmar, dentro de las supersticiones, que sus hojas tenían propiedades curativas.

Otros contaban que ese “álamo del Señor” recordaba el lugar hasta donde llegaban las rogativas por la sequia, cuestión que no creemos, pues siempre éstas se realizaron en el ejido de San Sebastián, puede que como mucho, sin que tengamos pruebas documentales, recordase alguna vieja rogativa para proteger los campos de las terribles plagas de langosta, que con cierta frecuencia se producían, principalmente en las dehesas del Príncipe, y valle del río Guadalquivir que se ve desde ese lugar, pero claro, esto y todo lo anterior son hipótesis y transmisiones orales sin base documental que las avale, y que nosotros sólo recogemos aquí.

Desde hace unos pocos años se ha vuelto a recuperar esta bonita tradición del álamo, aunque no existiese -ya que se secó-, el trono gira en el lugar donde estuvo su tronco, nosotros lo conocimos aún frondoso y con vida. Desde este año el álamo del Señor, volverá a ser el álamo de la vida, y allí volverá a bajar el Señor de la Misericordia para bendecir los campos, en ese lugar esperaremos también la entrada triunfal de la cruz e icono del beato papa Juan Pablo II, que recorre España con motivo de la próxima Jornada mundial de la Juventud.

Ildefonso Alcalá Moreno

Cronista de la ciudad